El PRI no se dobla: denunciar al narcopoder de Morena no es un crimen, es un deber

Alejandro Moreno, líder del PRI, enfrenta una persecución política por atreverse a decir lo que millones ya ven: Morena es un narcopartido y ha sumido al país en una crisis de violencia sin precedentes.

El gobierno de Morena ha cruzado una línea peligrosa: ya no gobierna, persigue. No tolera la crítica, castiga la verdad y utiliza el poder para silenciar a quienes se atreven a enfrentarlo. Esa es la realidad que vive Alejandro Moreno Cárdenas, presidente nacional del PRI, quien hoy se ha convertido en blanco de una campaña de hostigamiento por atreverse a denunciar lo evidente: Morena es un narcopartido, y México está pagando el precio.

Desde hace meses, el PRI ha sido insistente en señalar la colusión entre actores de Morena y el crimen organizado, sobre todo en contextos electorales y territoriales. Alejandro Moreno ha llevado esta denuncia a foros nacionales e internacionales, y como era de esperarse, el régimen respondió no con argumentos, sino con represión. Lo que hoy sufre el líder del PRI no es justicia, es venganza. Y eso, en una democracia, es inaceptable.

El panorama no deja lugar a dudas. México atraviesa una crisis de violencia sin precedentes: territorios controlados por cárteles, candidatos asesinados, periodistas silenciados, y un gobierno federal que se ha vuelto cómplice por omisión o por conveniencia. Frente a ello, el PRI ha mantenido una postura firme, crítica y valiente. Como institución, ha asumido el costo de no guardar silencio ante un régimen que se disfraza de transformación mientras pacta con el crimen.

En palabras del partido: “A Alejandro Moreno Cárdenas lo persiguen por atreverse a denunciar lo que es evidente: Morena es un narcopartido. El régimen no busca justicia, busca venganza contra quienes los enfrentan de frente. En el PRI no dejaremos de señalar con firmeza los errores del gobierno de Morena, que ha sumido a México en una crisis de violencia sin precedentes”.

La persecución contra Moreno es un mensaje directo a toda la oposición: o se alinean o serán atacados. Pero el PRI ha dejado claro que no cederá. Con más de 90 años de historia, es un partido que ha conocido la lucha, la transformación y también la adversidad. Y hoy, en medio de una crisis democrática, vuelve a alzar la voz para denunciar lo que muchos callan.

Lo que está en juego no es solo el liderazgo de un dirigente, sino la posibilidad de que en México aún existan voces dispuestas a hablar con claridad, a enfrentar al poder y a defender las instituciones. El PRI sabe que callar ante el narcopoder sería traicionar a la ciudadanía. Por eso no se detendrá. Porque cuando el gobierno persigue al que denuncia y protege al que delinque, ya no estamos hablando de una democracia, sino de un régimen autoritario.

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