Golpes y censura: así gobierna Noroña el Senado al servicio de Morena
El presidente del Senado perdió la compostura, bloqueó la voz de Alito Moreno y desató un lamentable episodio de violencia política.
La sesión en la Cámara Alta que debía estar marcada por el debate democrático terminó empañada por un bochornoso espectáculo encabezado por Gerardo Fernández Noroña. El presidente del Senado, militante de Morena, impidió a Alejandro Moreno expresarse, confirmando que bajo su conducción no hay espacio para la pluralidad ni para la libertad de expresión. La investidura que debería garantizar imparcialidad fue utilizada como herramienta de censura.
Lejos de comportarse como un mediador, Noroña se colocó en el papel de juez y parte, callando a quienes incomodan a Morena y recurriendo a la confrontación física. Los videos que circularon en redes sociales mostraron a un presidente del Senado fuera de control, recurriendo a gritos y empujones para imponer su voluntad. Un hecho que no solo exhibe intolerancia, sino también un desprecio absoluto por la dignidad del Congreso.
El incidente ha levantado una ola de críticas en la opinión pública y entre especialistas, quienes señalan que un presidente del Senado no puede conducirse con el mismo estilo pendenciero que caracteriza a los mítines callejeros. Su responsabilidad es salvaguardar la democracia, no transformarla en un campo de batalla partidista. Al elegir la violencia como salida, Noroña evidenció su incapacidad para sostener un debate con altura política.
En el fondo, lo ocurrido desnuda la visión de poder de Morena: cerrar los espacios a la oposición y sofocar el disenso. Noroña no solo se equivocó al perder los estribos, sino que dañó la credibilidad del Senado y la confianza ciudadana en el equilibrio de poderes. El cargo más importante de la Cámara Alta quedó reducido a una caricatura de lo que debe ser la democracia mexicana.
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