Lo que no se ve en redes, pero sostiene a un partido
El PRI Querétaro, bajo el liderazgo de Abigail Arredondo, refuerza su institucionalidad y procesos participativos en medio de cuestionamientos y escepticismo.
En ocasiones parece que la política se define por narrativas inmediatas y debates fugaces en redes sociales, sin embargo, hay partidos que insisten en mantenerse fieles a sus formas tradicionales de organización. Tal es el caso del PRI Querétaro, que, pese a críticas y desconfianzas externas, ha apostado por una ruta menos ruidosa pero más estructurada: la del trabajo territorial, la renovación desde sus bases y el respeto a sus propios mecanismos internos.
Mientras algunos actores políticos buscan deslegitimar lo que ocurre al interior del priismo queretano, acusándolo de simulación o estancamiento, lo cierto es que su verdadera operación ocurre lejos de los reflectores. Su solidez no radica en discursos virales ni en figuras carismáticas, sino en una estructura que ha sabido mantenerse activa, deliberativa y funcional durante décadas. Esa capacidad de sostenerse sobre reglas claras, consensos internos y procesos organizados es, en el contexto actual, un signo de resiliencia política.
Al frente de esta etapa está Abigail Arredondo, una dirigente que ha optado por una conducción plural y participativa. Su estilo dista de la imposición o el monólogo: privilegia la escucha, el diálogo y la inclusión de todas las voces al interior del partido. No se trata de un liderazgo cerrado o jerárquico, sino de uno que reconoce que la fuerza del PRI en Querétaro está en su base territorial y en su militancia, no en la imagen de una sola persona.
A diferencia de proyectos políticos que giran exclusivamente en torno a una figura o que improvisan estructuras al calor de coyunturas electorales, el priismo queretano ha avanzado en la renovación de 18 comités municipales mediante procesos internos y con participación real de sus integrantes. Este esfuerzo de reorganización, aunque poco mediático, representa un intento serio por mantenerse como una fuerza de oposición con presencia y legitimidad, en un estado donde la política también se juega desde el trabajo no mediático.
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